sábado, 28 de mayo de 2011

Dolor



(Del lat. dolor, -ōris).
1. m. Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior.
2. m. Sentimiento de pena y congoja.

Desde niña he vivido con dolor. Había un niño que se llamaba Cristian, él era mi compañero de banca, era el niño que robaba mi único peso, el que me daba mi papá para comprarme un dulce a la hora del recreo. La primera vez que lo hizo, lo acusé con la maestra, y no me creyó;  la segunda ya no hice nada. Durante todo el año él robó mi peso y nadie me creyó. Para él era como una cuota que tenía que pagar por estar usando su mesabanca, como él decía.

+++

Estoy muy contenta; mi mamá me compró una caja de colores y mis hermanos están marcándolos para que no me los roben. Pero la alegría no dura mucho; aquí en la escuela Luis Pino le dice a la maestra Ady Pet Trejo que alguien le había robado sus colores. Ella nos dice que nadie saldrá hasta revisar todas las mochilas y encontrar esos colores. Revisa una por una y no encuentra nada, hasta que a la mía y Luis Pino grita: “¡Ahí están! ¡Esos son mis colores!” Estoy espantada, me pongo roja, le digo que no es cierto, me pongo a temblar: “Maestra, mi mamá me compró esos colores y mis hermanos los marcaron”. No me escucha.  Luis Pino alega que son suyos, y la profesora, sin más, me regaña, me dice que eso no se hace y que regrese esos colores. Empiezan a rodar lágrimas por mi pequeño rostro y mirando el suelo le doy mis colores. Me siento en el mesabanco soportando la burla de mis demás compañeros que me llaman ratera.

+++

Es la hora del recreo, estoy comiendo una paleta de tamarindo y observo cómo los demás niños están jugando. Nadie quiere jugar conmigo.
+++

Hoy es un día especial, tuvimos examen y saqué un diez. Voy corriendo a mi casa para que mi mamá lo vea, no esperé a mis hermanos. Voy corriendo por esta calle que no está pavimentada, sólo tiene arena, no importa, quiero llegar a casa, ¡estoy tan feliz!  Voy pasando por la casa de  Floriceli quien está con su perro, pero no me importa, sigo corriendo, quiero llegar a casa, pero Floriceli le grita a su perro  "¡atácala!". Yo alcanzo a escucharla y el perro sale como bala, ladrándome, ¡me espanto tanto!, pero no dejo de correr, ya casi llego a casa, ahora corro con desesperación y terror. Exhausta, logro llegar, entro, busco a mi mamá, pero no está, así que me tiro en la cama y comienzo a llorar.